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CUANDO NECESITES LEERLO

CUANDO NECESITES LEERLO

Como he escrito ya, mi primer contacto con la maternidad fue muy obscuro, lleno de dudas, de miedo y de muchas muchas lágrimas.

 

“ Martín se ha estado muriendo 3 veces pero lo hemos salvado”

“Ya no tenemos más que hacer todo dependerá si quiere vivir o no”

“Nos tardamos toda la noche en estabilizarlo”

“El neurólogo quiere hablar con ustedes en su consultorio”

“Necesito que vengan ahorita al hospital que vamos a tener que operar a Martín del corazón y deben firmar”

“Su hijo es un niño milagro”

 

Estas fueron las primeras frases que escuché sobre mi hijo. Estas son mis credenciales para escribir esta carta, no tengo más. Solamente fui una mamá de incubadora y espero que mis palabras puedan darle paz o al menos esperanza a alguien que haya pasado o esté pasando por lo mismo.

 

También sé que todo esto me hizo una mujer más fuerte, una madre más sensata y cambió para siempre mi percepción de las cosas.

Escribo esta carta a todas las mamás que están pasando o que han pasado por algo similar.

 

 

Para ti, mamá incubadora:

 

No te pregunto como estás porque podría firmar que estás del carajo. No pretendo saber lo que te está pasando solo hablo desde mi experiencia. Nunca he estado en un lugar tan obscuro.

Quisiera darte tres grandes reflexiones (porque no creo que sean consejos) para que tengas en mente. No necesariamente las vas a entender ahorita, o a lo mejor nunca, pero hoy, a casi tres años de mi experiencia así veo las cosas.

La primera es: ES INJUSTO.

Si, es injusto. Te cuidaste, no comiste nada crudo, no comiste cerdo, no fumaste, no tomaste alcohol pero si tomaste mucho agua, comiste verduras. Fuiste al doctor, te hiciste ultrasonidos y aún así acabaste viendo a tu bebé a través de un vidrio, de una incubadora o cuna especial. Aún así te fuiste a tu casa solita. Dice mi pediatra que es la maternidad trunca. Es injusto porque la idea que tenías de ese momento no era eso. Es injusto porque si la posibilidad era uno en un millón... te tocó a ti. No se si estás ahí porque tu bebé nació antes, o porque nació con algo que está fuera de rango, o porque tenía una infección (como Martín) o porque algo no está funcionando como debería. Sea cual sea el caso, es injusto. Durante un tiempo estuve enojada, me doy cuenta a la distancia. Enojada por haber tenido esa suerte, enojada porque no me hacía sentido. Enojada por tener expectativas estúpidas, enojada porque realmente lo que estaba era triste. Pero hoy, entiendo algo que no entendía. Nada en esta vida es justo o injusto. Las cosas pasan por algo pero no por el algo que nos imaginamos. Así nos tocó. Todas vivimos una lucha distinta. Unas luchas son en casa otras en el hospital, unas más baratas que otras, pero son todas luchas. No te veas en los ojos de los demás, de las estadísticas y sobretodo no te veas en los ojos de tu niña que llevaba años imaginando como sería tener un hijo. Esta historia apenas comienza. El tiempo que pasas o pasaste ahí es muy corto versus la cantidad de aventuras que les tocará vivir juntos. No limites la historia a un mal capítulo. Cada día que llores, si es que lloras como lloraba yo, llora sabiendo que nada es para siempre y lo que parece eterno hoy, no lo será mañana. No estás sola. Estás con tu hijo.  

 

La segunda: Lo más seguro es que no acabe ahí.

 

Algo que no entendemos cuando estamos en esa situación, al menos no entendí y según mamás incubadora a las que he preguntado les pasa lo mismo, es que esta puede ser solamente una parte de lo que viene. Existe una gran posibilidad que el tratamiento siga en casa, que necesites ir a terapia física para fortalecer sus músculos y estimularlo, que seguramente saldrá con medicamentos o con oxígeno, que durante un pedacito de sus primeros años o algunos casos más, esta historia seguirá siendo complicada. Es por esto que tenemos que guardar fuerzas. Cuidarnos. Escuchar a los demás, pedir ayuda. Estar visitando diario a tu bebé es muy cansado y nada agradable. Irte a casa sola, esperando volver el día siguiente es agotador. Te duele el alma, llora el corazón. Pero tu bebé te necesita fuerte, este es solo el principio de su vida juntos. Así que come bien, toma agua, cuídate a ti misma. Apapacha el corazón, déjate abrazar, déjate querer, habla lo que te pasa. Apóyate en tu familia, tu pareja. No es el fin del mundo aunque lo parezca. Vienen muchos días de sol después de esta tormenta. No estás sola. Va a pasar.

 

La tercera: Lo que tienes con tu hijo, no te lo quita nadie.

 

Durante los 30 días que estuvo Martín en terapia intensiva, 15 fueron muy muy duros. Literal estuvo entre la vida y la muerte muchas veces, despertó de la sedación y el respirador hasta el día 12. Lo cargué el día 15. Pero cuando la cargué, todo cambió. De repente ya era mio otra vez, me lo habían arrebatado un rato pero volvía a mis brazos. Ahí entendí que lo que teníamos era para siempre.

Cuando estaba en ese lugar obscuro, sin saber como conectar con mi hijo, mi entonces jefe me mandó un correo, platicándome como su hija había vivido algo similar y que nos aconsejaba leerle durante las visitas. Nunca en la vida nadie me había dado un consejo que me cambiara tanto la vida. En el momento que empezamos a conectar a través de los libros, nuestra relación cambió. Era como si por medio de estas historias los dos podíamos llegar a un mundo en donde no había cables, ni medicinas, ni doctores ni el maldito ruido de la alarma de la cuna que cualquier persona que haya pasado tiempo en terapia intensiva podría reconocer a distancia. Mi papá después nos regalo unos libros de poesía que fueron una delicia leer en voz alta. Y así, nos pasamos días leyendo, horas leyendo, la misma historia en diferentes tonos. Hablando con cada palabra esperando que Martín escuchara aunque estuviera sedado. Estoy segura que escuchó.

Esos libros protegieron nuestro vínculo, ese que se tiene y no se quita nunca. Ese hilo invisible que nos une, que nada ni nadie podrá romper. Ese hijo que siempre protegerás. No dejes que ninguna cuna de vidrio, ningún doctor o ningún diagnóstico te alejen de lo importante. Eres tú y tu conexión con tu hijo. En ese lugar no entra nadie más. No importa si eres una mamá incubadora o una mamá Kate Middleton, eres la mamá perfecta para tu bebé.

 

Así termino mi carta diciendo que eres una valiente, que te tocó esto porque la vida es injusta pero te tocó esto y ahora tú decides que hacer con el. Que es solo el inicio de la relación más increíble e intensa que vivirás y que está en ti decidir cuando y cuanto podrás aprender de ella.

 

No estás sola, habemos muchas como tu que lloramos mucho tiempo. Muchas que seguimos recordando esos momentos y se nos llenan los ojos de lágrimas. Muchas que no lo decimos y muchas que lo decimos seguido. Pero también habemos muchas que salimos, que pasamos eso y que seguimos vivas, más fuertes y más felices.

 

No estás sola Mamá Incubadora, habemos muchas como tú.

 

 

Dedico este post a Bruno y Bárbara que cambiaron mi experiencia con un correo electrónico en el momento adecuado.

A mi papá por ir todos los días a esperarme con un café cuando salía de la visita de la mañana.

A mi mamá que me esperaba en mi casa para asegurarse de que comiera y descansara y tuviera fuerza para la visita de la tarde.

A mi hermano que nunca me dejó sentir que no estaba.

 

A Rodrigo por guiarme hacia la luz.

A Martín por tener intensas ganas de vivir.

A mí, una mamá incubadora.

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CUANDO TE VI

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CUANDO SENTÍ QUE PERDÍ A MIS AMIGAS

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